Kursaal, Sant Sebastià, 14 de novembre de 2018
Arratsalde on, hasteko eskerrak eman nahi ditut hitzaldi hau emateko gonbitea egiteagatik. Ohore handia da niretzat, gaur, hemen, Euskadin egotea; niretzat gure herriaren neba den Euskal herriarekin bat eginez.
(Bona tarda, en primer lloc volia donar les gràcies per la invitació a realitzar aquesta conferència. És un gran honor ser avui a Euskadi amb el poble basc, al que considero un poble germà).
El presidente Agirre dijo al estallar la guerra del 36 que 'la causa de la libertad catalana era la causa de la libertad vasca'. No era la primera ni sería la última muestra de solidaridad y complicidad del País Vasco con Catalunya. Solo tenemos que recordar, ahora que la palabra exilio resuena en nuestra conciencia, cómo Agirre vino de París para acompañar al presidente Companys para emprender el camino hacia Francia. Lo hicieron por el collado de la Manrella, donde hoy hay un monumento para el recuerdo de aquel triste momento.
Curiosamente, iban a cruzar la frontera junto con Azaña, Negrín y Martínez Barrio, presidentes de la República, el gobierno y las Cortes, respectivamente. Pero cuando el president Companys y el lehendakari Agirre llegaron al lugar acordado, los tres presidentes españoles se habían ido sin esperarlos. Se trata, sin lugar a dudas, de una excelente metáfora de lo que ha hecho históricamente España con el País Vasco y Catalunya.
Nuestros presidentes pasaron la frontera hacia un exilio incierto. Agirre lo explicaba así en su libro "De Gernika a Nueva York, pasando por Berlín”: “Salía el Presidente de Catalunya señor Companys por el monte, camino del exilio. A su lado marchaba yo. Le había prometido que en las últimas horas de su patria me tendría a su lado, y cumplí mi palabra. También el pueblo catalán emigraba, y también la aviación de Hitler, Mussolini y Franco, asesinaban a mansalva a aquellos peregrinos indefensos”.
Toda aquella solidaridad, vista desde el presente, cuando las palabras “exilio” y “prisión” vuelven a ser tan reales para los catalanes, emociona y nos permite comprender mejor esa solidaridad constante que nos llega del pueblo vasco. Moltes gràcies. Eskerrik asko, nire bihotzbihotzetik. (Moltes gràcies, de tot cor)
Hemos hablado y hemos escuchado las palabras prisión y del exilio. Palabras que aún hoy resuenan con fuerza en Euskal Herria y en Catalunya, con más fuerza que nunca. Y que son el resultado de una progresiva involución democrática en España.
De hecho, hoy dudamos de que se trate de una involución, más bien se trata de una máscara que se ha caído y que había ocultado durante cuarenta años una falsa transición sostenida únicamente por el espejismo de la integración europea, una autonomía vigilada y una cierta realización económica, incapaz de hacer avanzar el Estado en un auténtico Estado social y de derecho.
Ahora ya empezamos a pensar que no se trata de una involución o de una vuelta atrás, sino de un renacimiento del autoritarismo y de un franquismo latente que se ha desacomplejado cuando hemos querido escribir la democracia con mayúsculas.
Sabemos, sin embargo, que la monarquía vive la crisis más profunda desde que Juan Carlos fue designado sucesor por el dictador Franco; y sabemos que el sistema de justicia está más cuestionado que nunca en los países europeos.
También sabemos que el nivel de corrupción de los grandes partidos españoles no les ha pasado factura para salvaguardar el sentido de estado y que juegan a taparse las vergüenzas unos a otros de manera constante. El último ejemplo: el reparto de sillas del Consejo General del Poder Judicial.
El penúltimo, cuando vemos que han pasado exactamente 20 años entre el ofrecimiento público de José Borrell a José María Aznar para 'frenar la disgregación de España' y el voto de los senadores del PP que la semana pasada impedía la reprobación del ministro de Exteriores por el caso Abengoa. “Hoy por ti, mañana, por mí”. Y así desde hace ya muchos años.
Ante este desenmascaramiento, cabían dos opciones: mirar hacia otro lado y ayudar a una operación de maquillaje o poner encima de la mesa una respuesta democrática a la crisis del régimen del 78.
Alguno podría considerar que eso que llaman 'el desafío catalán’ es lo que ha llevado a España a la crisis en que se encuentra. Pero no es cierto. El proceso político hacia la independencia ha sido una respuesta en clave democrática a una crisis que dejaba al descubierto “los pies de barro” de la democracia española.
Nuestro amigo David Fernández lo resumía muy bien cuando decía: 'Si no puede haber una vía democrática hacia la independencia, tendremos que habilitar una vía independentista hacia la democracia'. Y es exactamente eso lo que hemos hecho. Lo que estamos haciendo.
La represión, la negativa constante, la respuesta autoritaria y la regresión política de España han convertido hoy la independencia en sinónimo de democracia y de derechos. Del derecho a tener derechos.
Hoy, el movimiento independentista en Catalunya es el movimiento pro-democracia, pro-derechos humanos, pro-derechos civiles y pro-derechos sociales.
Y esta es una cuestión, una opción, un valor que no podemos dejar de repetir para que se entienda en cualquier rincón del mundo donde se nos quiera escuchar.
El referéndum del primero de octubre fue una propuesta democrática. La gente defendió las urnas con sus cuerpos. ¿Es posible encontrar una imagen más potente de lo que significa la democracia?
En las multitudinarias manifestaciones del 3 de octubre -que precedieron al infausto discurso televisado del rey español-, la ciudadanía se expresaba más unida y transversal que nunca para rechazar la violencia de la Policía Española y la Guardia Civil en contra de personas pacíficas. ¿Es posible encontrar una imagen más potente de empoderamiento y solidaridad popular? ¿Es posible encontrar una imagen más definitiva de la impotencia de un estado ante la dignidad de un pueblo?
Y el 27 de octubre, después de semanas de abrir un espacio para la mediación internacional, el Parlament de Catalunya declaró la independencia. ¿Es posible encontrar una imagen más evidente de cumplimiento de un mandato ciudadano y de los compromisos políticos?
El mes de octubre del 2017 fue un mes que cambió para siempre la historia de Catalunya. Y es por ello que el president Carles Puigdemont se encuentra en el exilio, el vicepresident Oriol Junqueras está en la cárcel, y los consejeros de aquel gobierno han sido perseguidos, así como la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, que vive encerrada en una prisión por haber permitido unos debates entre los diputados (por otra parte, una obligación en el ejercicio de sus funciones).
No olvidemos que la fuerza de la gente en la calle, que el empoderamiento popular que implica el proceso de independencia de Catalunya, son la razón principal por la que Jordi Cuixart y Jordi Sánchez están también cumpliendo prisión provisional desde hace más de un año.
La respuesta democrática se castiga en España con penas de prisión o exilio. Lo sabéis bien aquí en Euskal Herria.
Y no quisiera dejar de expresar desde aquí nuestra solidaridad con Sonia Jacinto, Arnaldo Otegi, Miren Zabaleta, Rafa Díez y Arkaitz Rodríguez, a quien el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dado la razón condenando a España por no haberles garantizado un juicio justo. Ez dizkizuete itzuliko kartzelan igarotako urteak, banya askatasuna beti izango da erresistitzen dutenentzat eta injustiziaren aurka ahotsa altxatzen dutenentzat. (Els anys de presó no us els tornaran, però la llibertat sempre serà pels resistents i pels que alcen la veu contra la injustícia.)
La condena de la semana pasada es un paso más para alertar al mundo de la aberración humana, social, jurídica y política que se está cometiendo contra los dirigentes independentistas. Un ejemplo más de la nula calidad del sistema de justicia español y de su evidente politización.
Intentamos entender de dónde sale esa reacción demofóbica del estado contra los pueblos. Y nos preguntamos: ¿Por qué tanto miedo a la democracia? ¿Por qué tanto miedo a las urnas? ¿Puede ser que tengan ya claro el resultado? ¿O que tengan información que les avisa de una clara mayoría independentista?
Cuando los independentistas éramos minoría, no teníamos miedo a las urnas. No íbamos a pegar a nadie por votar. Llevamos muchos años aceptando un resultado que no nos gustaba. ¿Por qué no podemos esperar la misma madurez democrática por parte de los unionistas? ¿Por qué debemos aceptar tener menos derechos que aquéllos que están en contra de la independencia?
Como respuesta podemos recordar las palabras de Esteban de Garibay en el siglo XVI a la corona castellana. Unas palabras que los vascos no han cesado de repetir: “Garean gareana legez” (Dejadnos ser lo que somos).
La cara más intolerante y menos democrática del Estado ha estallado ahora cuando se ha puesto en duda uno de los pilares fundamentales en los que se basa precisamente el statu quo y las hegemonías de poder en Madrid: la unidad indivisible de España contra la soberanía de los pueblos.
El Estado cometió un gran error con la sentencia contra el estatuto de 2006, y ahora podría cometer otro con la sentencia del Tribunal Supremo contra el Govern, la mesa del Parlament y los líderes sociales.
Ante un proceso independentista radicalmente democrático y pacífico, y lo repetiré cuantas veces sea necesario, radicalmente democrático y pacífico, la violencia de Estado, desde el Primero de Octubre hasta la desmesura con que han sido perseguidos los políticos catalanes que cumplían con el mandato de nuestro pueblo, ha enterrado los derechos civiles y las libertades fundamentales.
Unos derechos y unas libertades que teóricamente la Constitución española debía preservar y garantizar como ciudadanos de una democracia que se pretendía moderna.
Es más, ha sido precisamente basándose en esa Constitución -tal y como Felipe VI se ocupó de recordar en su discurso del 3 de octubre- que se ha justificado lo injustificable: prisiones, exilios, persecución y violencia. Todo eso es lo que en Catalunya llamamos ‘vivir la experiencia de lo intolerable’.
Hoy todo el mundo ha puesto ya las cartas encima de la mesa. Después de un otoño y un invierno durísimos, pero reveladores, ya sabemos hasta dónde está dispuesta a llegar España cuando emprendemos el camino de la autodeterminación.
El invierno pasado fue un invierno crudo. Pero nos curtió la piel. Y nos llevó a la siguiente reflexión: Ahora ya sabemos qué es capaz de hacer el estado para impedir la independencia. La pregunta que debemos hacernos ahora es '¿Qué somos capaces de hacer nosotros para ganarla?'
No es una pregunta menor. El gran maestro de la lengua catalana, Pompeu Fabra, 85 años atrás afirmaba: «Sólo tendremos lo que nosotros sepamos ganar». Y aquí es donde nos encontramos. El estado español ya ha perdido a Catalunya. Pero Catalunya todavía tiene que ganar su libertad.
Y es por ello que no estamos aquí para rehacer la autonomía, ni para remendarla, ni tampoco hemos venido aquí a gestionar los restos del Estado de las autonomías, un Estado y una monarquía que los catalanes ya no consideramos propios, ni a un sistema de poder y de élites que no hicieron limpieza del franquismo en todas sus instituciones.
No estamos aquí para dejar pasar el tiempo. Porque el tiempo se hace más largo, denso y oscuro en las cárceles y los exilios. Y es oscuro también para los miles de ciudadanos catalanes perseguidos por una justicia sedienta de venganza.
Por todo ello no tenemos más alternativa que avanzar hacia la libertad. Estamos aquí para construir República porque este es el mandato de un pueblo constituyente. De un pueblo que ha decidido tomar las riendas de su destino y que ya ha dicho “basta” ante las humillaciones y las discriminaciones estructurales e históricas.
Dejemos todo esto atrás lo antes posible y construyamos en positivo. Este es el sentido de la acción republicana. No nos ha unido la voluntad de destruir nada, ni de negar ningún vínculo ni sentimiento. Todo lo contrario: queremos levantar una República independiente precisamente porque sabemos que será la única garantía de una relación sensata, de tú a tú, sin dependencias ni sometimientos, con el Estado español y, sobre todo, con el pueblo español.
Precisamente la independencia es el primer paso para establecer puentes bien comunicados y duraderos entre todos los pueblos y los ciudadanos de la Península.
Queremos continuar construyendo porque hemos decidido que queremos gobernar mejor. Queremos que la administración dé el mejor servicio posible a los ciudadanos. Queremos que nadie se quede atrás en el progreso colectivo. Queremos que todos puedan aprovechar las oportunidades que se le presenten. Y que haya oportunidades para todas las personas.
La independencia no son banderas, ni himnos ni fronteras. La independencia, la República Catalana, es un país mejor: mejor educación, mejor sanidad, mejores infraestructuras, mejores becas para los estudiantes, y mejores pensiones para la gente mayor. Hablamos de eso, de futuro, de oportunidades y de puertas abiertas.
El Primero de Octubre pudimos comprobar (y quiero decir “verificar”) que la ciudadanía, la gente, es ya dueña de su destino. El Estado español, ese día, dejó de ser el Estado de los catalanes. Porque como decía Hannah Arendt, "el Estado o el poder emplea la fuerza cuando su autoridad ha fracasado".
El Primero de Octubre la autoridad del Estado fracasó en Catalunya. Por eso, todo lo que ha venido después ha sido también coacción, amenaza y represión. Utilizan la fuerza porque ya no tienen autoridad entre los catalanes. Y por eso fracasarán una y otra vez, porque nada se puede construir desde la mentira y la violencia.
Ciertamente ha sido un invierno crudo. Pero todos sabemos que es en el deshielo cuando florecen las mejores flores. Por eso hemos decidido volver a tomar la iniciativa.
Catalunya se encuentra hoy en una encrucijada. Porque con presos políticos, exiliados y miles de catalanes investigados y procesados, el momento es grave. La libertad y la justicia sólo son válidas cuando nacen de la verdad. Y porque la verdad nos exige determinación, resistencia y esperanza.
Esta conferencia nos permite detenernos en el cruce, observar, pensar, revisar qué ha pasado hasta ahora y analizar cuáles son las trampas y las oportunidades que se nos pueden presentar en adelante.
No sólo no tenemos miedo a hacerlo, sino que es una exigencia, una necesidad y una obligación que nos ponemos para poder avanzar y mirar otra vez hacia delante. Hacia nuestro obstinado compromiso con la causa justa de la independencia de Catalunya.
Somos conscientes de que, aunque no estamos donde queríamos estar, no hemos retrocedido. Es decir, es cierto que en algunos aspectos no hemos avanzado en los últimos meses, pero tampoco hemos dado ningún paso atrás y no hemos renunciado absolutamente a nada.
Ha habido un intento planificado de destruir el ideal independentista. Y, sin embargo, a pesar de este intento, el pueblo de Catalunya ha resistido. Y ante la opinión pública internacional nuestra causa es más sólida y respetada que nunca.
Nuestro punto de partida es el referéndum de autodeterminación del primero de octubre, la gran movilización del 3 de octubre y la declaración política de independencia del día 27. Y eso es muy importante que lo entienda todo el mundo.
Hicimos un referéndum, hicimos la movilización más importante de la historia de Catalunya dos días después como protesta ante la violencia policial, y declaramos políticamente la independencia en el Parlament. Todos estos son pasos que ya nadie podrá deshacer.
Y es por ello por lo que hemos decidido recuperar la iniciativa. El principal objetivo de la represión es que te olvides de tu proyecto político y solo te preocupes de recuperar lo más básico.
La represión quiere que nos olvidemos de la independencia y nos concentremos en recuperar la autonomía. Que nos olvidemos del pan y nos concentremos en las migas. Pero no. Nosotros hemos decidido que ni migas ni pan, queremos la panadería entera para nosotros. Y este es el objetivo de nuestra acción de gobierno.
Para entender cuál es el momento político de Catalunya es importantísimo entender que el independentismo no es solo hoy la corriente política central de la sociedad catalana, sino que tiene la mayoría social del país detrás; las dos últimas elecciones al Parlament han confirmado el mandato democrático republicano y han dado una mayoría absoluta a las fuerzas independentistas.
Hoy los tres grandes consensos de la sociedad catalana son que no queremos vivir en una monarquía caduca, antigua y bajo sospecha constante; que no toleramos la represión política, las cárceles ni los exilios; y que queremos ejercer el derecho de autodeterminación y que sea respetado.
Estos tres grandes consensos: referéndum, antirepresión y republicanismo como forma de gobierno son fundamentales.
Son tres grandes consensos que dan una inmensa legitimidad a las acciones republicanas que hemos puesto en marcha. No renunciaremos porque sabemos que este es el camino para dejar un país mejor a nuestros hijos y a nuestros nietos.
Y se trata de una evolución irreversible, no tengo ninguna duda.
¿Hay alguien que pueda sorprenderse? ¿Quién puede no querer decidir su futuro? ¿Quién puede estar al lado de alguien que reprime ideas pacíficas y mandatos democráticos? ¿Quién puede apoyar una monarquía que ampara la violencia contra los ciudadanos de su pueblo?
Pero con tres consensos y sin mover ficha no vamos a ninguna parte. Por eso hemos puesto en marcha un camino con 4 frentes muy claros que deben estar coordinados. En Catalunya hay 3 consensos sociales, y hemos puesto en marcha la estrategia de los 4 espacios de avance democrático. Cuatro vías de acción republicana.
Hablamos, en primer lugar, de un espacio que es lo que nos ha hecho avanzar y nos ha llevado donde estamos hoy: la calle. La movilización de la sociedad civil ha sido la gran lección del empoderamiento del pueblo catalán que ha querido marcar el paso de las instituciones. Democracia en estado puro.
Este espacio, el de la movilización cívica, es hoy tanto o más importante que nunca. La situación de vulneración y asedio contra los derechos civiles, políticos y sociales, contra la democracia y contra la libertad, obliga a una movilización permanente en las calles, en las plazas y en los barrios.
Y a una clarísima exigencia, si queremos ganar: hay que organizar muy bien nuestras entidades y asociaciones para estar listos ante el gran reto que queremos afrontar.
También hablamos, en segundo lugar, de un espacio institucional interior que son las estructuras autonómicas actuales. El Govern de la Generalitat, el Parlament, los ayuntamientos... todos tienen un papel muy importante para trasladar las demandas de la calle a la realidad. Y ejercer el liderazgo político hacia la libertad.
Las instituciones deben cuestionar el estado de las autonomías. Cada acción que hacemos desde el Govern debe responder a una pregunta concreta: ¿Cuánta democracia es capaz de aguantar este Estado?
En tercer lugar, está el espacio libre de Europa, en Bélgica, en Suiza, en Escocia… Desde este espacio se ha creado el Consejo para la República, presidido por Carles Puigdemont, con el objetivo de avanzar en hacer efectiva la República en todos aquellos ámbitos en los que el Govern en el interior no puede avanzar por las evidentes limitaciones legales, jurídicas y de amenaza constante. Y también tiene que continuar liderando internacionalmente la causa de la República Catalana.
Calle, Govern interior y Consejo por la República son tres espacios a los que sumamos la voz de las cárceles. La voz de la conciencia que es el mayor testimonio del tipo de prisión en qué se ha convertido España.
Esa es la cuarta vía de acción republicana. La que nos da un discurso potente desde las prisiones. Jordi Cuixart mandó un mensaje muy claro en ese sentido des de la prisión de Lledoners: “No estamos aquí para salir de la prisión, sino para seguir luchando, des de todos los frentes, para la democracia, la libertad de expresión, y el pleno ejercicio de los derechos civiles y políticos de Catalunya.”
Por eso no vamos a los juicios a defendernos de nada; vamos a ir a los juicios a acusar al Estado español de todo lo que ha pasado y vamos a explicarlo al mundo entero. Nuestros compañeros son inocentes y nuestra causa es justa.
Estos cuatro espacios de acción republicana que hemos comentado deben cristalizar en un nuevo momento, en una nueva ventana de oportunidad. Y si nada cambia, el momento pueden ser las sentencias contra nuestros dirigentes políticos. Porque sí que se juzga a 18 personas. Pero a través de ellas se quiere juzgar y escarmentar todo un pueblo. Y no vamos a consentirlo.
La Fiscalía y la Abogacía del Estado se han pronunciado con mucha claridad hace pocos días. Piden hasta 214 años de prisión. Buscan venganza. La venganza gobierna sus escritos de acusación. Y es evidente, si no lo era bastante hasta ahora, que más allá de cuatro palabras en voz baja, el gobierno español ha decidido que no se pondrá del lado de la democracia y la justicia, sino que avala el uso de la vía judicial para escarmentar políticamente y para vengar las derrotas en las urnas.
Quieren ganar en los tribunales lo que han perdido en las urnas. Esta es su obsesión. No se lo permitiremos.
Es por ello que hemos retirado cualquier tipo de apoyo al gobierno español. No aprobaremos el presupuesto del presidente Pedro Sánchez.
Hemos llegado al mes de noviembre y el presidente español no ha puesto encima de la mesa ninguna solución democrática al conflicto político ni ha tomado ninguna decisión contra la represión política contra el independentismo. Ni tan siquiera ha respondido a la petición formal de una mediación internacional que le presenté en septiembre. ¿Cuál ha sido la manera diferente de hacer política del PSOE? ¿Cuál ha sido su diálogo? Y ¿cuáles han sido sus soluciones?
¿Cómo pueden pensar que aprobaremos un presupuesto mientras dure la represión y no haya ninguna voluntad de resolver el conflicto político por vías democráticas? Los grupos independentistas catalanes en el congreso español ya han anunciado que no negociarán el presupuesto del gobierno mientras continúe la vulneración de derechos civiles y políticos y no haya una voluntad clara de resolver el conflicto político por vías políticas.
Que sepa todo el mundo que nosotros no traficamos con la democracia ni con la dignidad. No lo hacemos nosotros y no lo hará el pueblo de Catalunya. Lo he comentado hace un momento, en el juicio contra los demócratas catalanes, en realidad, seremos nosotros quienes juzgaremos a España por su actuación autoritaria contra todos los valores europeos, republicanos y humanísticos.
Lo harán nuestros presos políticos, lo haremos nosotros y lo hará la comunidad internacional, que observará la falta de imparcialidad de los tribunales españoles cuando se trata de reprimir independentistas.
Y otra cosa que no pensamos hacer es aceptar unas sentencias que no sean la libre absolución en esta gran causa contra el independentismo. No aceptaremos nada que no sea el regreso de los exiliados a su casa. No aceptaremos nada que no sea el archivo de todas las causas de persecución política contra los catalanes.
No es ya una cuestión de política, ni siquiera de independencia. Se trata de ser fieles a nuestra conciencia de mujeres y hombres libres, que nos guía hacia los ideales de los valores republicanos y democráticos. De la democracia en mayúsculas, que es la que queremos para Catalunya.
Su voluntad de venganza será la semilla de nuestra libertad. Y vamos a defenderla hasta sus últimas consecuencias.
Dejadme decir aquí (ahora que no me oyen mis conciudadanos) que me siento orgulloso de la valentía, la humanidad y la dignidad de mi pueblo.
Hablo de un pueblo maduro que no se ha dejado atemorizar por las cárceles, los exilios, las amenazas, las persecuciones judiciales, los chantajes ni las profecías de catástrofe que han llegado desde España, desde todos los aparatos de España, empezando por el rey y terminando por el último magistrado de sala del Tribunal Supremo.
Hablo de un pueblo plural, en lenguas y creencias, en orígenes y en militancias, cohesionado por unos valores de convivencia, de paz y de fraternidad. Y que sabe que si perdemos el respeto a los valores que nos han hecho ser como somos, lo perdemos todo.
Hablo de una sociedad sublevada, sacudida, crítica -afortunadamente crítica- que ha hecho de la resistencia a la injusticia y la opresión un mandato de vida, que se ha comprometido cada día en la defensa a ultranza de unos valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad.
Hablo de un pueblo adulto que ha hecho de la verdad una fortaleza, y del compromiso con la democracia una virtud.
Hablo de una sociedad que ha visto cómo los derechos humanos de sus ciudadanos eran vulnerados en nombre de un legalismo autoritario contra el cual ha sabido levantar y salvaguardar sus derechos originarios, es decir, su soberanía.
Pero hablo también de un pueblo solidario que ha entendido que la dignidad no es negociable, que los derechos humanos no son negociables, y que no se pueden suspender ni recortar los avances sociales que nos llevan a una sociedad más justa y con oportunidades para a todos. No, claro que los derechos sociales no son negociables.
Hablo de una sociedad que, a pesar de la desigualdad que nos esforzamos por combatir, ha hecho de la cohesión, la igualdad de oportunidades, el esfuerzo, el valor del trabajo y de la diversidad y la acogida sus banderas de identidad colectiva.
Hablo de un pueblo unido contra el fascismo y que combatirá siempre -con todos los argumentos de la democracia, el humanismo y la decencia- el huevo de la serpiente de la intolerancia y el totalitarismo.
Hablo, sí, sobre todo hablo de una sociedad mayoritariamente comprometida con la causa justa de la independencia de Catalunya y que por eso se alza fraternalmente solidario con la suerte de todos aquellos que son perseguidos y castigados por haber favorecido, asistido, defendido u organizado aquel acto de determinación pacífica y democrática, profundamente pacífico y democrático que fue el referéndum del primero de octubre.
De un pueblo que es hoy depositario de una inmensa solidaridad, pero que quiere decir a todos los demás pueblos del mundo que la causa de los catalanes es siempre la causa de la libertad de las naciones y la causa de las personas dignas contra los poderes indignos.
Y permitirme también deciros que siento el mismo orgullo y admiración de vosotros, de todo el pueblo vasco, con quienes fraternalmente compartimos los mismos valores que acabo de explicar ahora.
Personas dignas, comprometidas con la libertad y los derechos civiles, y que queréis decidir democráticamente y pacíficamente vuestro futuro político. En este sentido, es una magnífica noticia, es emocionante, ir siguiendo las movilizaciones y el proceso de las consultas impulsadas por Gure Esku Dago.
¡Cómo me gustaría estar este domingo con vosotros en Irún o aquí en Donostia con todos vosotros! Es una gran noticia, una colosal noticia, ver que la gente se organiza en torno a las urnas. Cada mano que introduce un voto en una urna es una herramienta de transformación social, económica y cultural muy potente. Las urnas son el arma de construcción masiva que tenemos los pueblos.
En este sentido, animo a los hermanos vascos a no dejarse robar el sueño. A no rebajar la aspiración de libertad. Os animo a ejercer el derecho de autodeterminación, que es un derecho que nos pertenece y que nadie nos puede negar. Por ello, quisiera daros un consejo, solo uno: os pido que el soberanismo sepa establecer una coordinación estable con objetivos compartidos. Esta, la transversalidad, la generosidad y la unidad, es la fórmula que ha llevado a Catalunya más lejos que nunca, a las puertas de una República independiente.
El derecho a decidir, el derecho a la autodeterminación no es negociable, ya que se trata de un derecho del pueblo, no pertenece a ningún dirigente alguno, ni depende de ningún momento puntual. Nos pertenece a todos los ciudadanos libres que aspiramos a conseguir la libertad de nuestras naciones. Y es en el camino de la recuperación de la soberanía, donde Catalunya y el País Vasco pueden sumar esfuerzos y vencer juntos al autoritarismo y a la imposición que nos viene de España.
Pongamos en marcha un frente democrático de defensa de todas las libertades, incluido el derecho a decidir, incluido el derecho a la autodeterminación ante una regresión del estado español que nos afecta a todos. Marchemos juntos vascos y catalanes. Juntos somos más fuertes, juntos somos más libres. Marchemos juntos.
Y hay una opción, se ha puesto encima de la mesa esta semana. ¿Por qué no lo pensamos, por qué no? Hay una plasmación posible en las elecciones europeas. ¿Podemos llevar la voz libre de los pueblos a la Europa de los estados? ¿Podemos hacer sentir el clamor de soberanía y democracia en el Parlamento Europeo? Podemos encontrarnos, vascos, catalanes, gallegos, valencianos, mallorquines… ¿Podemos avanzar todos a la vez para hacer oír nuestras voces en la Unión Europea? ¿Nos lo planteamos?
Miremos al futuro y seamos generosos con nuestros hijos y nietos. Que el día que nos pregunten qué hicimos nosotros para el mundo donde les tocará vivir, les podamos mirar con brillo en los ojos. Y que renazca de nuestra mirada la sonrisa que hemos decidido que no vamos a perder jamás.
Hay un verso de una canción de amor de Lluís Llach que dice ‘I amb el somriure, la revolta’. ‘Eta irri-farra-rekin, erre-bolta’. Hagamos de nuestra lucha diaria una canción de amor por nuestros países. Y sonriamos, porque vamos a ganar. Porque estamos en el lugar correcto de la historia.
Como catalanes seremos siempre solidarios con la causa del pueblo vasco. Estaremos siempre al lado de la lucha por la libertad de Euskal Herria. Y hago nuestro, hoy más que nunca, y le doy la vuelta a aquel maravilloso mensaje del lehendakari Agirre.
Gu Beti Euskadirekin. Míla esker eta gabon denoi.
(Nosaltres sempre amb el País Basc. Moltes gràcies i bona nit a tothom).
Visca Catalunya lliure!
Gora Euskadi Askatuta!
Quim Torra i Pla
President de la Generalitat de Catalunya



