12 de septiembre de 2007
Discurso del president de la Generalitat en el acto conmemorativo de la Diada Nacional de Catalunya en Madrid
En 1907, hace ahora cien años, en una época de efervescencia cívica y cultural especialmente fructífera en Catalunya, Francesc Macià fue elegido diputado a las Cortes españolas.
Lo hizo en el seno de la candidatura unitaria de la Solidaritat Catalana y ostentando la representación de Les Borges Blanques, capital de la comarca leridana de Les Garrigues de donde era originaria su familia.
Después de crecientes discrepancias con las jerarquías militares del momento, y marcado por un creciente activismo político, Macià había renunciado a una carrera iniciada treinta años antes y en la que llegó a ser teniente coronel. Poco antes se le había ordenado destino forzoso a Cantabria y se le ofreció el ascenso a coronel, rango al que decidió renunciar.
La película “Coronel Macià”, cuyo estreno en Madrid tiene lugar esta noche, narra éstos y otros momentos de la trayectoria de un hombre complejo y vital, que murió el día de Navidad de 1933, siendo President de la Generalitat de Catalunya.
Cada 25 de diciembre, las instituciones y la sociedad catalanas rinden homenaje a Francesc Macià, del mismo modo que el 15 de octubre recordamos el fusilamiento del President Lluís Companys.
También será objeto de conmemoración, el próximo 23 de octubre, el trigésimo aniversario del retorno del President Tarradellas y de la recuperación de la Generalitat.
Desde 1977, Catalunya ha vivido un período largo y fecundo de normalidad política e institucional y de transformaciones económicas y sociales.
Han sido tres décadas de esfuerzo colectivo, con incontables protagonistas, y que ayer tuvimos ocasión de personificar en las figuras de los presidents Jordi Pujol y Pasqual Maragall, a quienes tuve el honor de entregar la Medalla d’Or de la Generalitat.
Fue el final emotivo de una jornada intensa. Un Onze de Setembre que, una vez más, ha permitido la celebración de lo que Catalunya ha conseguido como nación, y ocasión propicia para plantear sus aspiraciones.
Avui, un dia després, he volgut celebrar també la nostra festa amb vosaltres, amb els catalans que viviu i treballeu a Madrid i traslladar-vos l’esperit esperançat de la Diada que vaig copsar ahir en el conjunt dels actes institucionals.
I dir-vos, ben sincerament, gràcies per mantenir el sentiment de país allà on la vida us porti i desitjar-vos molta sort en els vostres projectes.
El reconocimiento a los presidentes Pujol y Maragall supone, asimismo, una nueva constatación de un valor altamente valorado por el pueblo de Catalunya: la continuidad histórica de sus instituciones de Gobierno. Y la afirmación de su voluntad de ser.
Catalunya se siente orgullosa de su historia, en la que ha vivido numerosas etapas de creatividad y progreso, y también episodios adversos y dramáticos.
Con una inagotable capacidad para superar las dificultades; con tenacidad y ambición; solidaria y generosa; y teniendo la convivencia como el bien más preciado, Catalunya siempre ha sabido avanzar superando las adversidades. Y lo seguirá haciendo. También ahora.
Catalunya es hoy un país cuyas gentes siguen haciendo del trabajo, el rigor y la eficacia rasgos definitorios.
Nuestra opción no es el fatalismo ni la autocomplacencia, y sí la exigencia y el inconformismo.
Mal servicio prestan a Catalunya aquellos que se acomodan en el pesimismo y la melancolía o quienes apelan permanentemente a la catástrofe. Y poco ayudan a España quienes miran e interpretan a Catalunya desde la incomprensión e incluso desde la animadversión, a partir del cálculo de un dudoso beneficio electoral.
Nuestras convicciones y nuestra experiencia nos obligan a la firmeza, pero, con igual determinación, nos conducen al diálogo, la lealtad y la voluntad de entendimiento; de “entesa”.
Éstos son algunos de los principales valores que Catalunya ejerce y al mismo tiempo propugna. Es con ellos que propongo abordar nuestro presente. Convencido de que será con ellos que vamos a alcanzar las metas de progreso económico, social y cultural que nos hemos fijado.
Ésta es nuestra pretensión para Catalunya, y también para el conjunto de España.
Una España que debe saber, que debe asumir, que tiene en Catalunya un activo esencial en todos los órdenes.
Me dirijo hoy también esta noche, a los amigos de Catalunya. Para deciros, con franqueza y con modestia...: “Ser amigo de Catalunya, aceptarla, respetarla, asociarla…es la manera moderna y de futuro de ser español.”
Ante esa evidencia, unos y otros, juntos, debemos adoptar actitudes positivas. Y buscar acuerdos que, basados en el rigor y el realismo, comporten beneficios mutuos.
Y desarrollar todos y cada uno de los instrumentos de que disponemos, y en este sentido el Estatuto constituye la pieza esencial.
No me cansaré de decirlo: el Estatuto es un gran avance:
- Reconoce más adecuadamente que en el pasado la realidad nacional de Catalunya.
- Nos otorga más y mejores herramientas para gobernarnos.
- Establece con claridad que Catalunya debe contar con los recursos necesarios para ejercer sus competencias y llevar a cabo las inversiones que necesitamos y que durante demasiados años hemos visto regateadas.
- Aunque parezca ocioso decirlo conviene recordarlo, el Estatuto es Ley. Es una Ley Orgánica. Una Ley que obliga a las partes. Nos exigimos y vamos a exigir que se cumpla.
- Su desarrollo eficiente y generoso debe suponer la superación del secular problema de encaje de Catalunya en España.
Ahora bien, el regateo, la laminación, la obstrucción interesada a su pleno desarrollo no solo no supondría avance alguno sino que llegaría a tener un efecto totalmente contrario. Es por ello que el cumplimiento del Estatuto es no solamente obligado por ser ley, sino que es socialmente necesario y políticamente conveniente.
Con el Estatuto, con su anhelo colectivo de mayor progreso y equidad, con todas sus potencialidades, Catalunya sabrá aportar lo mejor de sí misma al proyecto común que representa una España más plural y más diversa en su expresión. Unida más que unificada. Rica por su propia diversidad.
En este camino, que sólo podremos transitar desde la confianza y el compromiso compartido, Catalunya quiere hacer valer su personalidad tanto como su implicación, su identidad tanto como la capacidad de responder a les necesidades y anhelos de la ciudadanía. Más celo y menos recelos; así de simple es la receta.
Como President de la Generalitat, tengo las máximas esperanzas depositadas en el futuro, y ésta es una afirmación que descansa en un hecho innegable: la responsabilidad colectiva y el esfuerzo de todos los ciudadanos y ciudadanas de Catalunya.
Muchas gracias.